El nivel de acidez o alcalinidad que presenta nuestro cuerpo es un aspecto que la mayoría de las personas pasamos por alto o incluso se desconoce totalmente. Sin embargo, tiene una gran influencia en nuestro sistema inmune y, por lo tanto, en el estado de salud de todas las personas.

Debemos tener presente que la acidez o alcalinidad se mide con relación al nivel de pH, que es una escala que va del 0 (o totalmente ácido) al 14 (o totalmente alcalino o básico). En el centro o posición 7 de esta escala está el equilibrio o un pH neutro.

El nivel de pH en la sangre debe estar entre el 7.35 y 7.45 en un nivel óptimo; no obstante, la alimentación inadecuada, el estrés y contaminación a la que nos vemos expuestos puede alterarla y llevarnos a un desequilibrio al buscar nutrientes en otros órganos del cuerpo para compensarse.

En el caso del sistema digestivo, al presentarse los jugos gástricos encontramos un pH que va de 1.0 a 2.0, pero algunos alimentos pueden alterar el nivel de acidez, lo que lleva a la aparición de problemas gástricos. Como podemos notar, la alimentación es clave para prevenir enfermedades futuras.

Pero no te confundas, el que un alimento sea ácido no depende de su sabor, sino del efecto en el organismo después de digerirlo. Por ejemplo, el limón o la naranja producen un efecto alcalino en el nivel de pH del organismo, cuando siempre se les ha considerado como ácidos.

Para hacerlo más fácil, nombraremos algunos de los alimentos que pueden ayudar a alcalinizar y reducir el nivel de acidez: coliflor, col, cilantro, hongos, zanahoria, brócoli, naranja, piña, tomate, coco fresco, manzana, sandía, nectarina, ajo, cebolla, frambuesas, moras, mango, kiwi, apio, aguacate, huevo, es decir, principalmente alimentos de origen vegetal.

Por el lado contrario, tenemos a los alimentos ácidos, como son chícharos, frijoles, cereales como el maíz o el arroz; alimentos de origen animal como carne de res, cerdo, mariscos, aves, pescado y leche; alimentos procesados como jugos, bebidas carbonatadas, salsas, pastas, mermeladas, café, chocolate y bebidas con contenido alcohólico.

Entre los beneficios de una dieta más alcalina encontramos que nuestro sistema inmunológico se fortalece, protegiéndonos de enfermedades y retrasando el deterioro celular. También reduce el riesgo de cálculos renales e infecciones urinarias, de padecer osteoporosis y además mejora los procesos del sistema digestivo, disminuyendo el riesgo de obesidad.

Todo lo anterior no quiere decir que debamos evitar a toda costa los alimentos ácidos, sino que lo ideal es consumirlos todos de manera equilibrada, ya que necesitamos los nutrientes que cada tipo de alimento nos brinda. La recomendación es de un 25% de alimentos ácidos frente a un 75% de alimentos alcalinos.

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